APRECIACION PERSONAL
16. Apreciación Personal
No puede combatirse aquello que no se conoce.
Cada minuto, el VIH infecta a seis menores de 25 años. Más de la mitad de las personas que contraen esta infección cada año en el mundo tiene entre 15 y 24 años, edad en que la mayoría de las personas inicia su vida sexual.
La búsqueda de nuevas sensaciones y experiencias, la sensación de invulnerabilidad frente a los peligros o la muerte, y la inmadurez característica de la adolescencia, exponen especialmente a los jóvenes a la infección por el VIH.
Los expertos responsabilizan el índice creciente a la constante exposición al sexo en los medios de difusión que envían mensajes confusos a la juventud. A los chicos se les advierte del SIDA y de las enfermedades sexualmente transmisibles, pero a la vez están expuestos diariamente a la televisión y a Internet.
Los adolescentes más jóvenes tienen contacto sexual mucho antes que en otras épocas. Esto es peligroso para los adolescentes que aún están en desarrollo y que no están preparados para las consecuencias emocionales de la sexualidad.
Pero la falta de educación sexual y de información sobre el VIH, así como las dificultades de acceso a programas y medidas de prevención, contribuyen también de forma decisiva a la diseminación de la infección por VIH entre los jóvenes y es sobre estos factores sobre los que se puede y se debe intervenir.
Durante muchos años, a los jóvenes se les ha dicho lo que deben y no deben hacer, en lugar de ayudarles a comprender los "porqué" y no se les ha implicado en la toma de sus propias decisiones.
La escuela desempeña un importante papel en la promoción de actitudes responsables y conductas saludables entre los niños y adolescentes. Por ello debe colaborar con la familia en el ámbito de la promoción de valores como el respeto, la igualdad entre sexos y los derechos humanos. La educación sexual contribuye a aplazar la edad de inicio de las relaciones sexuales y, en los adolescentes sexualmente activos, ayuda a disminuir los embarazos no deseados y la infección por VIH y otras enfermedades de transmisión sexual (ETS).
Es necesario tener en cuenta que los programas de prevención fracasarán si sólo tienen en cuenta una forma de prevención como la abstinencia o la fidelidad y no tienen en cuenta del contexto de la vida de los hombres. Fracasarán en las sociedades donde hay pocas o ninguna oportunidad de hablar de sexo y de la sexualidad ya sea en un contexto público, en la privacidad del hogar o del dormitorio. En muchas sociedades, los niños y los adultos no reciben educación sexual. Se argumenta frecuentemente que la educación sexual empuja a los jóvenes a iniciarse en el sexo a una edad temprana. Sin embargo, las investigaciones sobre educación sexual en el mundo confirman todo lo contrario.
La falta de oportunidad de hablar sobre el sexo lleva a propagar la ignorancia y a las falsas percepciones. En algunos países la posibilidad de los gobiernos de proveer a sus poblaciones de información y consejos clarificadores han sido fuertemente limitado por la influencia de organizaciones como la Iglesia. Podría decirse en este sentido: "SI PIENSAS QUE HABLAR DE SEXO ES PELIGROSO, MIRA EL COSTO DEL SILENCIO".
La desinformación en materia de salud, es la mejor aliada de la enfermedad. Si de SIDA se trata, no estar al tanto de las vías de transmisión es una de las ignorancias más frecuentes. Desconocer cómo opera el virus y cómo puede dársele batalla, es una de las lagunas culturales más habituales de los argentinos.
El conocimiento que el enfermo deberá tener de temas como antivirales, nutrición, infecciones oportunistas, recuento celular, transcriptaza reversa, inhibidor de la proteasa, terapias alternativas - por nombrar algunos - formará parte de su terapia y de su bagaje de conocimientos que le permitirán no sólo entender qué le está pasando, sino también le dará la posibilidad de elegir. En efecto, el paciente deberá intervenir activamente, a través de sus conocimientos, en el diseño de una terapéutica en la cual pueda creer. Para eso, necesita información.
Debe recurrir a otras disciplinas para sostener sus aspectos espirituales, fundamentales para el sistema inmunológico. Para eso, necesita información.
Tendrá que saber qué debe comer y qué debe evitar; cómo prevenir y reaccionar ante una enfermedad oportunista. Para eso, también necesita información.
Se requeriría más de 15 litros de saliva o lágrimas para que quien vive con el virus del SIDA pudiera eventualmente traspasar el patógeno a alguien cercano. Por lo tanto, no es justificable el rechazo a abrazar, besar y acompañar a los enfermos, más víctimas de la sociedad que de su propia pena. La discriminación y la segregación actúan como factores contraproducentes. Por el contrario, el respeto y el apoyo social, tanto de familiares como de amigos, permiten recuperar la autoestima y la dignidad, como asimismo luchar contra la depresión y la angustia permanente de sentirse estigmatizados.
Está comprobado que la contención psíquica y el apoyo afectivo de los familiares y amigos del enfermo actúan de manera importante en el resultado de los tratamientos. Del mismo modo, las condiciones socio - económicas de los pacientes tienen fuerte incidencia en el desarrollo de la enfermedad. El doctor Francisco Maglio, coordinador de la Comisión de Bioética de la Sociedad Argentina de SIDA ha manifestado que "existen dos causas - las necesidades básicas insatisfechas y las ilusiones frustradas - que forman un buen sustrato para las enfermedades. Hay algo que es claro: los virus se refuerzan cuando hay miseria o angustia."
Acciones y reacciones positivas en este sentido, inspiradas pese a la prevalencia de una sociedad consumista y de indiferencia humana por los demás, son las que retardan la aparición de los síntomas y signos del SIDA, como así también las que disminuyen las patologías colaterales y las infecciones oportunistas.
Recién hace poco tiempo que algunos países desarrollados han abrazado programas educativos de salud pública para enseñar a la gente cómo el virus se disemina y cómo hay que evitarlo. Pero estos países todavía deben enfrentar conductas sexuales profundamente arraigadas y rígidas tradiciones culturales que han contribuido a diseminar la enfermedad.
El trabajo eficaz con respecto al SIDA depende, del entorno social y político, y de que sólo es posible en lugares donde se acepte la diversidad de comportamientos y valores, y donde exista la posibilidad de una verdadera organización comunitaria y de un apoyo gubernamental frente a la acción de grupos o manejo de programas.
La transmisión por VIH, al igual que muchos problemas de salud son producto de muchos factores que operan a múltiples niveles. El comportamiento personal, las relaciones familiares y con amigos, la cultura de la comunidad, el acceso a cuidados médicos y las leyes locales tienen efectos sobre las tasas de infección por VIH. Para obtener beneficios en la prevención del SIDA es necesario entonces que los programas traten el factor de riesgo en todo nivel: individual, familiar, parejas o amigos, comunitario, médico y legal.
La Campaña Mundial contra el SIDA ha ayudado a llamar la atención de los líderes políticos y de las comunidades de todo el mundo frente a los efectos devastadores del SIDA en las vidas de los jóvenes. Puede decirse que el rumbo que tome en el futuro la epidemia del SIDA depende en gran medida de la capacidad de asegurar que se protejan los derechos de los niños y los jóvenes: no sólo para que reciban asistencia y apoyo, sino también que se les dé acceso a la educación y a la información.
Por último, hay que destacar que el SIDA no es una enfermedad que se limite a un contexto en particular, una clase social o grupo etáreo. Por lo tanto, cualquier intento serio de prevenir esta problemática no deberá quedarse solamente en los ámbitos internos de la escuela, ya que si se logra desarrollar una campaña efectiva y eficaz, dicha estrategia debe ser difundida y realizada en la comunidad que no sólo cobija a la institución, sino a la totalidad de sus miembros: académicos, alumnos, funcionarios, etc. Todo en el blanco de un virus, el SIDA, que tipificado en cuatro sencillas letras encierra un significado mortal.
No puede combatirse aquello que no se conoce.
Cada minuto, el VIH infecta a seis menores de 25 años. Más de la mitad de las personas que contraen esta infección cada año en el mundo tiene entre 15 y 24 años, edad en que la mayoría de las personas inicia su vida sexual.
La búsqueda de nuevas sensaciones y experiencias, la sensación de invulnerabilidad frente a los peligros o la muerte, y la inmadurez característica de la adolescencia, exponen especialmente a los jóvenes a la infección por el VIH.
Los expertos responsabilizan el índice creciente a la constante exposición al sexo en los medios de difusión que envían mensajes confusos a la juventud. A los chicos se les advierte del SIDA y de las enfermedades sexualmente transmisibles, pero a la vez están expuestos diariamente a la televisión y a Internet.
Los adolescentes más jóvenes tienen contacto sexual mucho antes que en otras épocas. Esto es peligroso para los adolescentes que aún están en desarrollo y que no están preparados para las consecuencias emocionales de la sexualidad.
Pero la falta de educación sexual y de información sobre el VIH, así como las dificultades de acceso a programas y medidas de prevención, contribuyen también de forma decisiva a la diseminación de la infección por VIH entre los jóvenes y es sobre estos factores sobre los que se puede y se debe intervenir.
Durante muchos años, a los jóvenes se les ha dicho lo que deben y no deben hacer, en lugar de ayudarles a comprender los "porqué" y no se les ha implicado en la toma de sus propias decisiones.
La escuela desempeña un importante papel en la promoción de actitudes responsables y conductas saludables entre los niños y adolescentes. Por ello debe colaborar con la familia en el ámbito de la promoción de valores como el respeto, la igualdad entre sexos y los derechos humanos. La educación sexual contribuye a aplazar la edad de inicio de las relaciones sexuales y, en los adolescentes sexualmente activos, ayuda a disminuir los embarazos no deseados y la infección por VIH y otras enfermedades de transmisión sexual (ETS).
Es necesario tener en cuenta que los programas de prevención fracasarán si sólo tienen en cuenta una forma de prevención como la abstinencia o la fidelidad y no tienen en cuenta del contexto de la vida de los hombres. Fracasarán en las sociedades donde hay pocas o ninguna oportunidad de hablar de sexo y de la sexualidad ya sea en un contexto público, en la privacidad del hogar o del dormitorio. En muchas sociedades, los niños y los adultos no reciben educación sexual. Se argumenta frecuentemente que la educación sexual empuja a los jóvenes a iniciarse en el sexo a una edad temprana. Sin embargo, las investigaciones sobre educación sexual en el mundo confirman todo lo contrario.
La falta de oportunidad de hablar sobre el sexo lleva a propagar la ignorancia y a las falsas percepciones. En algunos países la posibilidad de los gobiernos de proveer a sus poblaciones de información y consejos clarificadores han sido fuertemente limitado por la influencia de organizaciones como la Iglesia. Podría decirse en este sentido: "SI PIENSAS QUE HABLAR DE SEXO ES PELIGROSO, MIRA EL COSTO DEL SILENCIO".
La desinformación en materia de salud, es la mejor aliada de la enfermedad. Si de SIDA se trata, no estar al tanto de las vías de transmisión es una de las ignorancias más frecuentes. Desconocer cómo opera el virus y cómo puede dársele batalla, es una de las lagunas culturales más habituales de los argentinos.
El conocimiento que el enfermo deberá tener de temas como antivirales, nutrición, infecciones oportunistas, recuento celular, transcriptaza reversa, inhibidor de la proteasa, terapias alternativas - por nombrar algunos - formará parte de su terapia y de su bagaje de conocimientos que le permitirán no sólo entender qué le está pasando, sino también le dará la posibilidad de elegir. En efecto, el paciente deberá intervenir activamente, a través de sus conocimientos, en el diseño de una terapéutica en la cual pueda creer. Para eso, necesita información.
Debe recurrir a otras disciplinas para sostener sus aspectos espirituales, fundamentales para el sistema inmunológico. Para eso, necesita información.
Tendrá que saber qué debe comer y qué debe evitar; cómo prevenir y reaccionar ante una enfermedad oportunista. Para eso, también necesita información.
Se requeriría más de 15 litros de saliva o lágrimas para que quien vive con el virus del SIDA pudiera eventualmente traspasar el patógeno a alguien cercano. Por lo tanto, no es justificable el rechazo a abrazar, besar y acompañar a los enfermos, más víctimas de la sociedad que de su propia pena. La discriminación y la segregación actúan como factores contraproducentes. Por el contrario, el respeto y el apoyo social, tanto de familiares como de amigos, permiten recuperar la autoestima y la dignidad, como asimismo luchar contra la depresión y la angustia permanente de sentirse estigmatizados.
Está comprobado que la contención psíquica y el apoyo afectivo de los familiares y amigos del enfermo actúan de manera importante en el resultado de los tratamientos. Del mismo modo, las condiciones socio - económicas de los pacientes tienen fuerte incidencia en el desarrollo de la enfermedad. El doctor Francisco Maglio, coordinador de la Comisión de Bioética de la Sociedad Argentina de SIDA ha manifestado que "existen dos causas - las necesidades básicas insatisfechas y las ilusiones frustradas - que forman un buen sustrato para las enfermedades. Hay algo que es claro: los virus se refuerzan cuando hay miseria o angustia."
Acciones y reacciones positivas en este sentido, inspiradas pese a la prevalencia de una sociedad consumista y de indiferencia humana por los demás, son las que retardan la aparición de los síntomas y signos del SIDA, como así también las que disminuyen las patologías colaterales y las infecciones oportunistas.
Recién hace poco tiempo que algunos países desarrollados han abrazado programas educativos de salud pública para enseñar a la gente cómo el virus se disemina y cómo hay que evitarlo. Pero estos países todavía deben enfrentar conductas sexuales profundamente arraigadas y rígidas tradiciones culturales que han contribuido a diseminar la enfermedad.
El trabajo eficaz con respecto al SIDA depende, del entorno social y político, y de que sólo es posible en lugares donde se acepte la diversidad de comportamientos y valores, y donde exista la posibilidad de una verdadera organización comunitaria y de un apoyo gubernamental frente a la acción de grupos o manejo de programas.
La transmisión por VIH, al igual que muchos problemas de salud son producto de muchos factores que operan a múltiples niveles. El comportamiento personal, las relaciones familiares y con amigos, la cultura de la comunidad, el acceso a cuidados médicos y las leyes locales tienen efectos sobre las tasas de infección por VIH. Para obtener beneficios en la prevención del SIDA es necesario entonces que los programas traten el factor de riesgo en todo nivel: individual, familiar, parejas o amigos, comunitario, médico y legal.
La Campaña Mundial contra el SIDA ha ayudado a llamar la atención de los líderes políticos y de las comunidades de todo el mundo frente a los efectos devastadores del SIDA en las vidas de los jóvenes. Puede decirse que el rumbo que tome en el futuro la epidemia del SIDA depende en gran medida de la capacidad de asegurar que se protejan los derechos de los niños y los jóvenes: no sólo para que reciban asistencia y apoyo, sino también que se les dé acceso a la educación y a la información.
Por último, hay que destacar que el SIDA no es una enfermedad que se limite a un contexto en particular, una clase social o grupo etáreo. Por lo tanto, cualquier intento serio de prevenir esta problemática no deberá quedarse solamente en los ámbitos internos de la escuela, ya que si se logra desarrollar una campaña efectiva y eficaz, dicha estrategia debe ser difundida y realizada en la comunidad que no sólo cobija a la institución, sino a la totalidad de sus miembros: académicos, alumnos, funcionarios, etc. Todo en el blanco de un virus, el SIDA, que tipificado en cuatro sencillas letras encierra un significado mortal.